Para no verlo más le dijo - ve y regresa a mi cuando toques el horizonte -
Caminó en línea recta durante muchos años. Subió montañas, vadeó ríos, atravesó desiertos, pisó polvo de todos los tonos, comió frutos jamás imaginados. El horizonte seguía siendo un lugar azulado y distante detrás de las montañas o al final del océano.
Gracias a la redondez del planeta fue inevitable que regresara al mismo punto de partida.
A lo lejos la vio de espaldas, sentada en la misma piedra, con el mismo vestido blanco y silbando la misma tonada.
Se acercó despacio, acarició sus hombros y le dijo: Mi horizonte eres tú.
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